Hace unos pocos días descubrí en mi cuenta personal de una red social, atónita, a una querida amiga y grandísima mujer admirar y loar públicamente a uno de esos depredadores que pululan campando a sus anchas por esos cotos de caza que son las redes sociales o aplicaciones de citas. Lo reconocí al instante, ya que yo había sido una de sus víctimas. En mi caso concreto, por fortuna, enseñó su patita enseguida y pude identificarlo a tiempo, con lo que enseguida lo bloqueé en todas partes. Intenté advertir a mi amiga de qué tipo de hombre se trataba, pero entonces, él, como no podía ser de otra manera, se defendió muy hábilmente utilizando una de las múltiples tácticas de las que se valen estos narcisistas y comentó a mi amiga que todo lo que había ocurrido entre nosotros había sido fruto de un malentendido.
Sin entrar en más detalles sobre esta triste historia, el hecho me hizo reflexionar sobre el gran problema de estas aplicaciones y el peligro que supone para las mujeres en este patriarcado depredador que estamos viviendo en los últimos años. Ese gran melón, como tanto se usa ahora decir, que las feministas no estamos abriendo y que merece un análisis más profundo del que yo puedo ofrecer en estas pobres letras.
Se nos presenta como una nueva forma muy lícita de conocer gente y establecer relaciones sexuales y afectivas aparentemente inocuas y, a pesar de ello, yo hace tiempo que percibía un tufillo muy sutil y difícil de identificar. Sin pruebas materiales ni evidencias que corroboraran mi primera intuición, yo misma me convertí en usuaria de este tipo de aplicaciones en un momento de mi vida concreto. No necesité, sin embargo, mucho tiempo de interacción con los parroquianos que habitan en este metaverso de las relaciones afectivas para cerciorarme de que mis sospechas eran absolutamente ciertas y, al poco tiempo de haber entrado en este submundo, hui como alma que lleva el diablo.
El punto de partida en un estudio superficial ya no es muy halagüeño: resulta obvio que este tipo de aplicaciones no soportan el más mínimo análisis materialista al tener en cuenta su finalidad lucrativa y su génesis y crecimiento exponencial dentro del capitalismo con todo lo que ello supone: convierten relaciones afectivas, sexuales, humanas en un mercado donde las personas somos el producto y se lucran con ello. A este respecto, cualquiera podría objetar, y con razón, que, al fin y al cabo, así es como funciona el mundo de Internet y la mayoría de las redes sociales y, no obstante, de este sistema subsidiario del capitalismo movimientos sociales y diversos activismos han sabido aprovecharse y darle la vuelta para difundir opiniones y noticias e incluso crear conciencia.
Ante esta lícita objeción se hace imprescindible aislar este tipo de aplicaciones del resto.La diferencia con otras redes sociales es que las de citas o encuentros se mueven en un terreno pantanoso: las relaciones sexo-afectivas digamos, en principio, heterosexuales, aunque luego aclararemos este concepto. Para entederlo todo mejor, conviene recordar que el patriarcado utiliza la sexualidad como un arma de poder y sometimiento desde sus orígenes y esto está relacionado con el hecho de que la opresión de las mujeres es la base de todas las opresiones del sistema patriarcal en toda su evolución histórica y que esta opresión tiene su raíz en el papel de la mitad de la humanidad en la reproducción; de ahí que se utilice la sexualidad, tan asociada a la reproducción, sobre todo desde un punto de vista androcentrista, como un instrumento de sometimiento. Este uso de la sexualidad por parte del patriarcado ha evolucionado de diferentes formas a lo largo de la historia y se nos presenta hoy en el capitalismo como la deshumanización de las mujeres (si es que en algún momento hemos llegado a alcanzar tal categoría) que se convierten en objetos de uso y consumo en el mercado. Curiosamente, esta manera de entender la sexualidad se ha extrapolado también a las relaciones homosexuales, casi sin diferencia, con una salvedad: las distintas consecuencias que supone para las personas implicadas según la relación sea heterosexual u homosexual. Por esta razón me refiero aquí, y aclaro lo dicho antes, a las relaciones heterosexuales en estas aplicaciones, porque son las que interesan a este análisis.
Relacionado con esto, en cierto modo me atrevo a decir que me recuerdan estas aplicaciones a la famosa liberación sexual de los años 60 y 70, que fue en realidad una vuelta de tuerca feroz en el sometimiento de las mujeres. Se nos presenta un jardín idílico, una suerte de casita de chocolate, como la de Hansel y Gretel, en el que todo es placer aparentemente inofensivo, pero que en realidad es una jaula, una trampa. Estas aplicaciones están creadas por hombres, con lo cual no podemos esperar que estén al servicio de los deseos de las mujeres. Todo lo que está creado por hombres está hecho para facilitarle la vida a los hombres y eso, en este sistema patriarcal, implica empeorársela a las mujeres. Lo que se nos vende como un mundo maravilloso donde elegir a una posible pareja entre muchas y estar seguras y protegidas para poder decidir con quién queremos estar no es más que un escaparate en el que nosotras nos exponemos para que ellos puedan ejercer la misma violencia que ejercen en el mundo real. Pongamos como ejemplo bien obvio la cantidad de denuncias y procesos judiciales de estafadores que utilizan estas redes para enriquecerse timando a mujeres mediante el uso de todas las estrategias del maltrato psicológico.
Veo también un paralelismo, salvando las enormes y evidentes distancias, entre los usuarios (cuando uso el género masculino yo siempre me refiero a varones) de estas aplicaciones y los hombres que acuden a la prostitución o la pornografía. La aplicación facilita al hombre muchísimo el trabajo: no tiene que entablar ningún tipo de conversación ni buscar la manera de conocer a su posible pareja, esta está ya dispuesta y esperando.
Si en la vida cotidiana y en el mundo real existen un montón de depredadores sexuales, narcisistas maltratadores… con los que nos podemos encontrar, ¿se imaginan lo que supone estas aplicaciones para estos individuos? Es darle la llave del bar a un alcohólico.
Sinceramente, si de aquí a un futuro la única manera de conocer hombres con los que mantener algún tipo de relación sexo-afectiva es a través de estas aplicaciones, de ahora en adelante todas las mujeres heterosexuales deberían declararse reinas del onanismo y absolutamente fieles a la relación con ellas mismas.